viernes, 26 de febrero de 2010

«Me fui a Tampico y tampoco»



La conversación resultó muy amena y al final, como ocurre casi siempre, volvimos a muchos años atrás para contarnos experiencias y recordar viejos tiempos que nunca volverán.


Un amigo, nos habló de que le llaman “mil oficios” por aquello que sabe de todo un poco, de todo es aprendiz pero ahí se quedó, no pasó de eso. Lo mismo fríe un huevo, arregla una plancha o hace un balance y un informe. No es especialista en nada. Al final hablamos de sus agradables recuerdos de cuando era joven estudiante.


Recordaba con cariño aquellos años de colegio en los que no existía la enseñanza conjunta. Chicos en unos colegios y chicas en otros. Eran otros tiempos. Al instante nos vino a la mente todos aquellas obras de teatro que se hacían en los centros de enseñanza donde todos los personajes eran hombres o mujeres, dependiendo de que los colegios fueran de frailes o monjas Obras clásicas de capa espada o comedias que un hábil autor las transformaba íntegramente para personajes masculinos o femeninos.


Nos decía que en las fiestas del colegio en el último curso, tuvo que participar en una representación teatral. El fraile de turno, "director" de la compañía, no le debió ver con mucho futuro en el arte escénico y le dieron uno de los papeles más cortos de la obra. Una entrada, dos frases en el primer acto y una fugaz salida en el tercero y último. No pasó de ahí su debut teatral en el noble arte de Talía. Nos recordaba aquellas frases célebres, que solo buscaban una risa fácil o al menos una mueca. En su breve intervención en el papel de tabernero tenía que decir: «Me fui a Tampico y tampoco» y poco más. Nunca tuvo segunda oportunidad de volver a pisar un escenario, acertada decisión de lógica incuestionable, vista su nula valía como actor.


Aunque el teatro del colegio tenía «concha» no la utilizaban, no había la entrañable figura apuntador en el escenario y entre bambalinas estaba el fraile dictando el texto cuando alguno se quedaba en blanco. Al final de la representación esperando todos la gloria y la inmortalidad a la hora del saludo. Aplausos obligados del resto de compañeros y no con demasiado entusiasmo.


Nos resultó muy entrañable el recordar aquellos tiempos.


Saludos.






4 comentarios:

Mª Ángeles dijo...

Siempre resulta agradable echar la vista atrás y pensar que todo tiempo pasado fue mejor, no sé si siempre es así o es lo que nos empeñamos en pensar, la cuestión es que muchas veces resulta inevitable pensar en el tiempo y las pisadas que vamos dejando atrás.
En el teatro improvisado de los colegios siempre había algunos que bordaban el papel y otros que no tenían vena artística, pero el empeño de los profesores en la participación general, hace que unos sean futuros actores y otros frustrados figurantes que la vergüenza impide que se vuelvan a subir a un escenario, pero creo que no deja de ser anécdota que todos hemos vivido alguna vez.
Está bien recordar aquellas representaciones teatrales de los tiempos estudiantiles.
Saludos

Elena dijo...

Bonitos recuerdos Álvaro.
En mi colegio de niña también hacíamos teatro, sobre todo para recaudar fondos para el viaje de fin de curso. Y por supuesto yo siempre participaba, me encantaba el teatro y las tardes de ensayos.
Era éxito seguro representar una de los hermanos Quintero.
¡Ay, qué recuerdos!

Un beso.

Álvaro Tilo dijo...

Pongo a Dios por testigo, M. ª Ángeles”, que yo era de esos a los que te refieres sin vena artística. Puse todo mi empeño en la duro arte de la representación pero no pudo ser.

¿Qué más te puedo contar de mi única experiencia teatral? Que "superado" el fracaso, sigo admirando al teatro como espectador, que me gusta acudir a las representaciones que puedo y que en nuestra Comunidad y dentro de la Red de Teatros de C y L, hay muchas oportunidades para ver actuar a las grandes compañías que recorren España. En esto no hay el centralismo puro y duro vallisoletano como ocurre vergonzosamente con la programación de la Orquesta Sinfónica de C y L.

Y como bien dices, es muy agradable recordar tiempos pasados

Un abrazo.

Álvaro Tilo dijo...

Hola Elena. ¡Qué callado lo tenías! no nos habías comentado que habías triunfado en el arte de Talía. Unas tanto y otros tan poco. Unas, como es tu caso, en la cumbre y otros como es el mío, un papel totalmente secundario, dos frases y al olvido…

Los Hermanos Quintero siempre eran éxito asegurado. La última vez que presencié una obra de ellos fue en Sevilla. En la plaza de la trasera del Ayuntamiento (San Francisco) al aire libre, gratis, dentro de los festejos populares. Estuvo estupendo.

Mi amigo Joaquín y en los recorridos que hacíamos sevillanos, también me enseñó la glorieta que lleva el nombre de los hermanos en el Parque de M. ª Luisa. Muy bonita, entrañable rincón.

Estos extraordinarios hermanos me siguen trayendo agradables recuerdos y tengo necesidad de mencionar la generosidad que tenían con el genial poeta riojano, Buscarini. Nadie como él, pasó más hambre y necesidades en su vida artística. Es el representante más puro y genuino de la vida bohemia y romántica. Es aquel que llegó a escribir en su poema “Orgullo”

«Es verdad que yo sufro; pero oídme:
¿qué me importa sufrir si soy poeta?»

Le financiaron sus obras, los hermanos Quintero, que el propio poeta apenas conseguía vender.

En mi anterior etapa escribí sobre este poeta y tengo que retomar alguna otra faceta de su impresionante vida. ¡Genial, genial, Buscarini! ¡Extraordinarios los Hermanos Quintero!

Gracias por tu visita, Elena.

Un abrazo.