Burgos, nuestra tierra, juega un papel muy importante en la vida de Rafael Alberti, aquí se publicaron sus primeros poemas y aquí acrecenta ese fervor mariano al que nunca renunció y que heredó de su madre.
Aquí, en la vieja Castilla, en nuestra provincia, en Silos; en una de sus visitas Alberti pasa por el Monasterio de Santo Domingo, donde hace amistad con fray Justo Pérez de Urbel, inisgne historiador burgalés. Allí recita a los monjes los tres sonetos de su “Triduo de alba”, y el Abad queda tan impresionado que, haciendo uso de una antigua potestad, concede ciento cincuenta días de indulgencia a todo aquel que los leyera o recitara con devoción. Fijaros lo que llegó a decir de este “triduo” el insigne Dámaso Alonso: “Yo que los sé de memoria, los he dicho tantas veces, que de indulgencias me he debido ganar por lo menos varios años: no dejarán de venirme bien.”
Sorprende a muchas personas, su devoción mariana. Todavía tiemblan las viejas paredes del edificio donde una Semana Santa en Sevilla a finales de los años 70 y en pleno congreso de los comunistas andaluces, sube al estrado Rafael Alberti y en unos extraordinarios versos se ofrece como costalero a la Virgen del Baratillo de la capital andaluza al tiempo que le llama “Camarada” a La Macarena de Sevilla.
No puedo por menos que repetir lo que ya dije una ocasión de él: Es genial hasta cuando no lo quiere serlo.
Pero es el mismo Alberti, cuando desde su exilio ve como en nuestra tierra se condenaba a muerte en 1970 y es entonces cuando escribe uno de sus poemas más escalofriantes mientras, según sus propias palabras, pensaba en las madres de esos seis jóvenes condenados a la pena capital por Franco en el “Proceso de Burgos”.
La rápida difusión del poema y el tono amenazante, hizo que llegara una copia a manos del entonces ministro, Alfredo Sánchez Bella, quien, según cuentan, se la leyó a Franco en pleno Consejo de Ministros.
CONDENA
Para: Izko, Uriarte, Larena, Gorostidi,
Onaindia, Dorronsoro. Condenados a muerte en el «Proceso de Burgos»
Si los condenas a muerte,
si los matas,
ellos serán los seis clavos
de tu caja,
los seis clavos de tu vida,
los últimos, si los matas.
Ellos serán los seis clavos,
los últimos de esa España,
que sólo sabe de muerte,
triste España
que sólo existe en el mundo
cuando de la muerte habla,
cuando sólo
por ti la mano levanta
para matar, pues la muerte
es la vida de esa España.
Pero los mates o no,
tu muerte esta ya cercana.
Ya estás muerto, muerto, muerto
ya en la tapa
de tu ataúd hay seis clavos
que la clavan,
que para siempre la clavan.
Aquellos condenados a muerte, fueron indultados; fueron los últimos indultados. Pocos años más tarde no tuvieron el mismo final, otros cinco jóvenes.
Ya sólo nos queda el imborrable recuerdo del maestro, ya nunca más volverá a recorrer toda nuestra provincia, ni nadie como él sabrá volver a escribir aquellos deliciosos versos, que un día ya muy lejano, allá por 1925…
PEÑARANDA DE DUERO
¿Por qué me miras tan serio,
carretero?
Tienes cuatro mulas tordas,
un caballo delantero,
un carro de ruedas verdes,
y la carretera toda
para ti,
¿Qué más quieres?