martes, 23 de febrero de 2010

Plaza de D.ª Elvira.





Anoche, Fernando, estaba nostálgico e inevitablemente hablamos de Sevilla.

Nos comentaba que…


Cerca de donde vivía en Sevilla, la calle hacía un pequeño rincón, totalmente abierto que tenía dos naranjos. Al estar resguardados eran los primeros que florecían. Era la señal de que la naturaleza rompía en mil colores y formas diferentes para deleite nuestro.


He perdido un poco la noción del tiempo de las cosas desde que falto de allí. No recuerdo exactamente si ya han podido florecer los miles de naranjos que tiene Sevilla, Córdoba o en general toda Andalucía. El ver las flores del azahar era una de las cosas más bellas que se pueden imaginar. Blancas como la nieve mezcladas con el verde las hojas, pero inigualable sobre todo, su olor su inconfundible aroma.


Nada me hacía disfrutar más en mis paseos dominicales camino de la añorada Plaza de Dª Elvira, que hacerlo bajo de naranjos de las calles. Nada comparable con sentarme en sus bancos de cerámica y allí a la sombra o buscando el sol para mejor soñar, recordar, leer lo que fuera. Nada comparable con el intenso olor a azahar de toda la plaza. Allí envuelto en tanta magia, sacaba y leía mi periódico del día; el libro que en mercado de ocasión había comprado o leyendo un poema de San Juan de la Cruz o de Alberti, que ambos por opuestos son sublimes y distantes aunque en la devoción mariana, no tan alejados. Son extraordinarios recuerdos que espero poder volver a sentir, a vivir y compartir.


Todos los grupos de turistas que visitan el centro de Sevilla, pasan por esta plaza (mi plaza) del barrio de Santa Cruz. Afortunadamente es peatonal no cabría un coche por los accesos y todos llegan andando. ¿Por qué se llama Plaza de Dª Elvira? Pues no lo sé, he escuchado a los guías tres versiones diferentes, dos puede que aceptables y una disparatada total. Os las cuento. Pero me paro a pensar ahora mismo ¿importará a alguien lo que estoy escribiendo sobre esta plaza y su nombre? Me temo que no, pero yo sigo.


La primera y más fiable; es que aquí había un pequeño corral de comedias cuya dueña se llamaba Elvira.


La segunda, sería el regalo de Enrique de Trastámara, Rey de Castilla tras el asesinato de su hermano Pedro El Cruel, al noble alavés López de Ayala por “servicios prestados” y éste a su vez se la regaló a su hija Dª Elvira. No sé, un poco rocambolesca me suena esta historia.


La tercera de disparate total. El Cid, muy vinculado a Sevilla, como recaudador de impuestos al moro de turno, se la regaló a su hija Dª Elvira.


A pesar de todo, me quedo con la bella leyenda de que ella y una placa da fe, nació Dª Inés de Ulloa, el gran amor de d. Juan Tenorio.


¿Tiene una importancia una versión u otra? Para nada, es como si hiciéramos un viaje a la China y nos dicen que el palacio donde estamos visitando perteneció a la Dinastía XV y resulta que es de la XVI. Nos daría exactamente igual. Lo que nunca dará igual es el olor a azahar en primavera de sus bellos naranjos; el ver nacer una naranja, pequeñita, verde oscuro y como poco a poco va creciendo y cambiando el color.


Y es que Andalucía, nos decía al terminar, es como una joven doncella del que uno siempre hubiera querido enamorarse. Un sueño mágico del que nunca se quiere despertar.


Un abrazo.






Flor de azahar















6 comentarios:

Julia dijo...

Qué escrito tan hermoso. Y qué razón tienes. El aroma de la flor de azahar creo que es uno de los más maravillosos entre los muchos y muy buenos que nos brinda la naturaleza, recuerdo que desde bien chiquitilla, cuando me llevaban en tren a un pueblo de Castellón de donde era el novio de mi tía, cerraba los ojos y aspiraba con fuerza para embriagarme con el olor de las flores de azahar.

Por cierto, yo tampoco sé a qué debe su nombre a ciencia cierta, pero siempre me gustó ese nombre, no sé si porque tengo una tía que se llama Elvira o porque me recuerda aquella canción "Ay, barrio de Santa Cruz, Ay, plaza de Doña Elvira..."

Gracias Álvaro por tu precioso escrito, lleno de poesía y sentimiento.

Un abrazo

Elena dijo...

Hola Álvaro.
Hermosos recuerdos de Sevilla que tienes tan grabados en la piel, que difícilmente se puedan borrar.

El olor del azahar es elegante e intenso, yo diría que una seña más de Andalucía.
Aquí en Córdoba, como en Sevilla, el azahar y la Semana Santa van tan unidas como la carne y las uñas.
Aún no ha florecido, pero espera a que salga un poquito de sol.

Besos.

Álvaro Tilo dijo...

Gracias, Julia, por tu visita.

Hay en el mercado un perfume fabricado en Sevilla que se llama: “Agua de Sevilla" (no confundir, no tiene nada que ver con el de Victorio y Lucchino) El envase es cilíndrico y de color naranja. Es espléndido su aroma, a fe que intenta reflejar fielmente el inigualable aroma del azahar de los miles de naranjos que adornan las calles y plazas de Andalucía en primavera. Recuérdalo por si un día lo ves.

Imagínate, un domingo de primavera, leyendo o soñando en mi Plaza de D. ª Elvira totalmente rodeada de naranjos. Al fondo y por encima de los tejados viéndo la parte superior de la Giralda y a menos de 50 metros la Hostería del Laurel, que sigue existiendo, aquella donde Zorrilla comienza su D. Juan Tenorio.

Con:

¡Cuál gritan esos malditos!
¡Pero mal rayo me parta
si, en concluyendo la carta,
no pagan caros sus gritos!

Pocos versos después se escucha a D. Luis, caminar por las estrechas calles que desembocan junto a la Hostería, mientras pregunta…


¿La hostería del Laurel?
En ella estáis, caballero.
¿Está en casa el hostelero?
Estáis hablando con él.

Tiene toda la razón mi amiga Marina, cuando desde la sombra, me aconseja que no escriba más ni de políticos, ni de gobiernos ni de oposiciones ni de sindicatos ni de la madre que les parió a unos y a otros. Hay mucha belleza y poesía por descubrir todavía. ¡Ojalá! no caiga en la tentación de volver a hacerlo. No me atrevo a prometer, pero me gustaría poder cumplirlo.

Un abrazo.

Álvaro Tilo dijo...

Hola, Elena. Pues sí, esos entrañables recuerdos que tengo de Sevilla y de toda Andalucía, ni quiero ni dejaré que se borren de mi. Solamente el último día dejaré de soñar en ellos. Nunca nada me marcó más en mi vida que mis años vividos en tu tierra. Fueron sin duda los mejores de mi vida.

¿Qué te puedo decir a ti del olor a azahar? Pocas veces he estado en Córdoba, pero también está llena de naranjos que en primavera tienen que ser una delicia tenerlos tan cerca.

Bien dices, uña y carne, primavera, semana santa, naranjos y azahar. Tienes el privilegio de haber nacido allí y de poder seguir disfrutando día a día de la luz del cielo de Andalucía. En color es diferente, Elena, es mucho más luminoso, más radiante.

Tengo que volver pronto, necesito hacerlo. Necesito volver a sentir dentro de mi a Andalucía.

Un abrazo

Mª Ángeles dijo...

Preciosa descripción de un lugar mágico. No me extraña que Fernando sienta esa añoranza de las callejuelas del Barrio de Santa Cruz y ese inconfundible olor a azahar que penetra en todo el cuerpo en cada rincón de Sevilla.
La primera vez que fui a Sevilla, me impresionó ese aroma y recuerdo que compré un frasco de Agua de Sevilla con la intención de inmortalizar aquel perfume, de traerme a mi casa ese delicioso aroma.
Yo me quedo con la primera versión; será que soy algo peliculera y el hecho de que hubiera allí un corral de comedias, como que me atrae más que las otras versiones de la leyenda, en cualquier caso, es un lugar mágico.

Por cierto, recuerdo una calle estrechísima por la que el coche que llevaba yo de aquella (un scort) casi pegaba por los retrovisores en las casas, pero de igual modo volvería a pasar por allí. Creo que se llamaba Calle de la Pimienta.
Sevilla es mágica.
Preciosa narración.
Saludos

Álvaro Tilo dijo...

Gracias, M. ª Ángeles, por tu visita.

Me alegro que también tú, seas una enamorada de Sevilla y de su barrio judío.

Calle de la Pimienta, creo no recordar mal, va desde las murallas, casi donde se pone a tocar su guitarra Carlos, al que un día dediqué un comentario, hasta otra calle estrecha que a menos de 10 m. tiene la Plaza de Los Venerables con la Hostería del Laurel y a su lado izquierdo desemboca en la Plaza de D. ª Elvira. "Casi na".

Más de un domingo, he visto hacer a muchachas jóvenes pruebas cinematográficas en la Plaza. Es tan ideal el sitio que sirve para todo, pero sobre todo para soñar y también lamentablemente, para hacer algún botellón de vez en cuando y dejarlo todo hecho una guarrada, que todo he vivido.

La Plaza tiene dos restaurantes. Una vez unas personas, creo que catalanes, me preguntaron si se comía bien en ellos; les contesté que poder almorzar en esa Plaza de D. ª Elvira debajo de naranjos era un lujo tan importante que la comida era secundaria.

Anécdotas, recuerdos por doquier.

Un abrazo.