martes, 26 de octubre de 2010

Don Juan.

Ya estamos en vísperas de fechas inolvidables para los amantes del teatro romántico, aunque lamentablemente la vorágine que nos está tocando vivir han conseguido que ahora pasen desapercibidas. Pero… ¿quién podrá quitarnos los recuerdos vividos, años atrás, en la víspera del día de los difuntos? Si Bécquer era el máximo exponente en la poesía, nadie como José Zorrilla supo representar esta corriente literaria y humana que tan importante fue en el S.XIX y principios del XX. Nuca nadie, a pesar del olvido, podrá evitar que hoy como ayer, el corazón venza la razón, porque mientras quede en esta tierra un soñador, se seguirá hablando de amor, de romanticismo y de D. Juan Tenorio.

Los teatros de la época se afanaban en poner a punto, un año más, en vísperas del día de los difuntos, la representación de D. Juan Tenorio. En tiempos más recientes aunque ya lejanos, TVE se sumaba la efemérides y siempre recordaré en la pequeña pantalla a Paco Rabal y a Concha Velasco en los personajes de D. Juan y D. ª Inés. Siempre se deban cita nuestros mejores actores y actrices en los principales papeles del drama de Zorrilla. En los últimos tiempos, fue cuando directores teatrales “progres” hicieron, en demasiadas ocasiones, nuevas versiones “modernistas” bastante lamentables; que de todo uno ha visto viendo representar a D. Juan.

Me anticipo unos días con esta entrada, porque ya he vuelto a mente el imborrable recuerdo de Sevilla en estas fechas.

Es en esta capital andaluza, donde se desarrolla toda la obra; tanto D. ª Inés, D. Juan, D. Gonzalo, D. Luis…todos son sevillanos. Los primeros cuadros se representan en la mítica Hostería del Laurel, que en la actualidad sigue existiendo, con el mismo nombre en el increíble Barrio de Santa Cruz (Plaza de le Venerables).

Hasta hace unos pocos años se seguía representando D. Juan Tenorio, en los días de Todos los Santos. Allá, por los años 60 (según mi entrañable amigo Joaquín) lo hizo, un año más, en el Teatro San Fernando. Era una compañía muy importante con unos actores de primerísimo nivel. El teatro se llenó y fueron muchos los que no pudieron entrar por falta de localidades. El éxito fue apoteósico. Los espectadores que salían de la sala y los que no habían conseguido entradas se agruparon y empezaron a aclamar a los actores a los que esperaban junto a la salida por donde debían pasar. Salieron a saludar vestidos ya de calle y fue tanto el clamor popular, qué decidieron ir en procesión todos hasta el Barrio de Santa Cruz, muy próximo y allí en la Hostería del Laurel, donde Zorrilla inicia el principio de su D. Juan, representaron de nuevo, ante el delirio popular, las escenas de la obra que en ese lugar, según Zorrilla, se desarrollaban.

«¿La hostería del Laurel?

En ella estáis caballero.

¿Está en casa el hostelero?

Estáis hablando con él» (D. Juan Tenorio, fragmento)


No olvidéis cuando vengáis a Sevilla, ir al barrio de Santa Cruz. En la Plaza de los Venerables, aparte de encontrar siempre una magnifica exposición en el antiguo Hospital para sacerdotes ancianos, veréis en otro rincón de la plaza, La Hostería del Laurel, allí donde D. Juan Tenorio, un día de carnaval, mientras espera impaciente a D. Luis Mejía, escribe:


«¡Cuál gritan esos malditos!
¡Pero mal rayo me parta
si, en concluyendo la carta,
no pagan caros sus gritos!»


Cuando estéis en ella, cerráis un momento los ojos y pensáis en D. ª Inés y en D. Juan, todos nacieron en ese barrio según la tradición y seguro que los sentís muy cerca. Os envolverá el hechizo, el duende que allí se respira, sentiréis su amor.


Si camináis 50 metros desembocaréis en «mi plaza», mi añorada Plaza de D. ª Elvira. Tiene diez bancos para sentarse, hechos en una preciosa cerámica; en cualquiera de ellos podríais haber visto, una persona con muy poco pelo, luciendo con orgullo su calva y bigotes, leyendo a quien sea; respirando y oliendo el azahar de los muchos naranjos que les dan sombra en primavera. Esa persona a la que le gusta pasar desapercibido, hubiera sido yo.


¡Ah! y no olvidéis tomaros allí mismo, a escasos 60 metros, jamón de la Sierra de Jabugo o Aracena, cortado muy fino a cuchillo. Y… ¿qué tal unas gambas blancas de Huelva?, Aunque pensándolo bien, casi prefiero que lo hagamos en otro sitio bastante cercano. ¿Aceptáis mi invitación? ¿Me acompañáis?


6 comentarios:

merino dijo...

Álvaro, qué bonita exposición haces de esa parte tan importante de Sevilla, que me haces llegar, con el imborrable olor del azahar, de esa luminosidad y ese ambiente que domina el envidiable entorno del Juan Tenorio. Obra de dificil representación y de la que hoy mismo hablaba con una actriz aficionada, y que hace el papel de suplente, por si su personaje, enferma o no puede actuar.
Me viene a la memoria mi época de vivencias sevillanas, adobos, mantequilla jamonil de Jabugo, etc.Mejores recuerdos imposibles. He estado por la zona del Bierzo, buscando el viejo molino, pero todavía no lo encontré.
Saludos, y a ver si coincidimos en cualquier lugar. Merino.

Álvaro Tilo dijo...

Gracias, Merino, por tu visita.

Sevilla tiene duende y un color especial y no hace falta que lo diga la canción; todos los que por allí hemos estado y vivido, lo aprendimos para siempre y los que ya no podemos estar en sus calles, lo añoramos y añonararemos de por vida, al menos a mí me va a ocurrri siempre.

En mis años sevillanos, unas cuantas representaciones del Tenorio ya presencié y al final me quedo con las que respetaban el texto y sobre todo la ambientación de la época. Hubo versiones modernas que me decepcionaron del todo.

Hay personajes con muchos matices que que como bien dices, son difíciles de representar.

Todos los días que podía iba al Barrio de Santa Cruz a la Plaza de Dª Elvira donde pasaba muchos ratos leyendo en primavera y otoño. Mi itinerario era a través de la Plaza de Refinadores, donde hay una magnifica escultura de D. Juan.

Me hablas de recuerdos sevillanos y de su famoso "adobo", fue lo único junto con el puñetero comino, del que forma parte, que jamás pude superar. Siempre lo advertía... que si tenía comino, me lo dijeran porque no podía con ello. El pan tan poco tenía nada que ver con el de nuestra tierra, aunque hacían uno que llamaban "mollete" de media cocción que una vez pasado por el tostador estaba muy bueno.

Al decir que has estado por El Bierzo, en busca del viejo molino, no sé si te refieres a mi virtual "viejo molino" (perdón por la repetición) pero estarías muy lejos de encontrarlo y mejor que lo hagas a orillas del Ebro.

Algún día concidiremos y será un placer saludarte.

Un cordail saludo.

D.F. dijo...

En Roma, a mi apuesta fiel,
fijé entre hostil y amatorio,
en mi puerta este cartel:
Aquí está don Juan Tenorio
para quien quiera algo de él.

Impresionante...

Álvaro Tilo dijo...

Aunque para muchos, D. Juan Tenorio, es una obra menor ¡allá ellos! lo cierto es que fue el gran éxito de José Zorrilla, aunque no pudo disfrutar en lo ecónomico de todos los beneficios que generó. Diez días antes del estreno en Madrid y al estar en dificultades económicas, vendió los derechos de autor por poco dinero. Nadie, sin embargo, le pudo quitar la gloria de haber sido el autor.

Un cordial saludo.

enrique dijo...

Hace pocos años vi yo un don Juan en el teatro español y fue una maravilla; estuve días hablando en verso...

Tengo además una foto bajo la estatua de don Juan en el Barrio de Santa Cruz sevillano, ese dédalo de calles tan hermoso.

Al hilo de los versos que citas, recuerdo una anécdota del genial Luis Carandell. En los años 40 o 50 representaba el don Juan de Zorrilla cierta compañía de teatro. El director, cansado del actor que hacía de Cristófano Buttarelli, dueño de la hostería del Laurel, le expulsó con cajas destempladas del elenco de actores. Pero como esa noche había
función -la última para él-, el actor se tomó cumplida venganza.
Y a los versos de "¿La hostería del Laurel", el tipo contestó; no, aqui no es.
Y claro, la obra no pudo seguir...

Álvaro Tilo dijo...

Gracias, Enrique, por tu vista y palabras. Por aquello que de vez en cuando hago mirar "comentarios" he visto el tuyo y me alegro mucho de haberlo hecho así.

Me has traído recuerdos de la Plaza de Refinadores donde está la estatua de D. Juan. Era una de mis rutas para llegar hasta la añorada plaza de Dª Elvira. Por una calle muy estrecha que está a la izquierda, según miramos de frente a D. Juan, desembocaba en la Plaza de la Santa Cruz, andaba un poquito llegaba a las murallas y allí por otra llegaba hasta la Plaza de los Venerables, donde sigue estando la Hostería del Laurel y ya a menos de 20 menos estaba Dª Elvira. Todo un bellos e imborrable recuerdo.

Me ha parecido genial la anécdota que nos cuentas del tabernero Buttarelli.

Hasta la próxima.

Un cordial saludo.