lunes, 1 de marzo de 2010

Mi amigo Antonio y Coria del Río (Sevilla)



Hace unos pocos días estuve hablando con mi amigo, Antonio, de Coria del Río (Sevilla). Estaba yo un poco preocupado por las noticias del desbordamiento del Guadalquivir y la incertidumbre que tenía al no saber si vive cerca del río y en ese caso hubiera tenido necesidad de desalojar, junto con su familia, su vivienda. Afortunadamente me comentó que su casa está en alto, lejos del río y que se encontraban todos sin novedad.

A Antonio le conozco del trabajo. Trabaja en el mismo polígono donde lo hacía yo en Sevilla y coincidíamos muchos días a la hora de la comida. Fuimos haciendo muy buena amistad, es una persona muy integra y buena. Un andaluz de bien, una persona leal de los pies a la cabeza y del que me siento orgulloso de ser su amigo.

Hace algo más de un año lo pasó un poco mal con problemas de salud, pero se recuperó felizmente y está otra vez al volante del camión haciendo su trabajo.

De vez en cuando nos llamamos, nos contamos nuestras cosas, sus sufrimientos como buen bético sufridor que es, aunque hoy espero esté feliz con el triunfo de su equipo en la tarde ayer en Cartagena. Me prometió que enseguida recibiré toda la información de la Feria de Abril que imprime un amigo suyo en Coria y que me envía todos los años. No falla nunca.

Alguna graciosa anécdota tenemos juntos. A los mediodías después del almuerzo, solíamos ir algunas veces de compras a un Carrefour cercano y tanto ir y venir durante tanto tiempo alguna aventura nos ocurrió que recordamos con simpatía. Confieso que hubo una divertida y seguro que no la ha olvidado. Fue un encuentro “casual”, en el aparcamiento de la gran superficie con una espectacular amiga mía. Fue un día que estábamos de compras, en compañía de otro buen amigo, “El Fini”.

Un domingo que iba camino de La Puebla me acerqué hasta Coria y quedamos en vernos. Estuvimos tomando café, me enseñó la zona donde se instala la Feria, muy próxima al río, creo que al campo de fútbol también está allí y dos cosas más que me llamaron poderosamente la atención. Una, la plataforma, tipo barcaza, que enlaza una orilla con otra del Guadalquivir y que es un espectáculo presenciar, como así hice un poco más tarde, cuando pasan con sus carruajes llenos de luz y color, los peregrinos, camino del Rocío. Es una visión única, bellísima, ver allí a la “Sin pecado” desembarcar en Coria, rodeada de cientos de peregrinas y peregrinos de toda Andalucía, ataviados con sus trajes rocieros, ver igualmente los carruajes, tractores y carretas junto a los jinetes a caballos. Precioso. Por la noche se quedan a dormir en los pinares de Coria donde Antonio siempre me invitaba a que fuera y lo confieso con pesar, nunca pude ir. Noches de alegría, jolgorio, algarabía, fantasía. Había que celebrar que faltaba ya muy poco para llegar a la Aldea y rendir homenaje a la Reina de las Marismas.

En varias ocasiones estuve allí y a pesar de mis nulas creencias religiosas, visité la ermita, pero siempre sin coincidir con la fiesta del Rocío. Me agobian las multitudes y los fanatismos religiosos que allí se viven.

La segunda de las cosas que llama la atención del pueblo de Antonio, está en mismo paseo junto al río y es la estatua de un samurai. La historia es muy curiosa. Cuentan que…

Allá por el siglo XVII arribaron…(Permitidme mejor, que os copie la información que facilita el Ayuntamiento de Coria. Lo describen muchísimo mejor que lo pudiera hacer yo)

«En 1614 arribaron a las orillas del Guadalquivir una embajada japonesa bajo el mando del samurai HASEKURA TSUNENAGA. Su misión era la de visitar al rey Felipe III y al Papa Paulo V, pero antes de llegar a Madrid, debían de resolver algunos asuntos en Sevilla, ya que todo el negocio relacionado con la Indias Occidentales (América) se gestionaba en la Casa de la Contratación y el Consejo de Indias, ambos instalados en la capital hispalense.

En aquella época Coria era el antepuerto de Sevilla. Los barcos que navegaban por las aguas de nuestro río, debían de pagar un canon antes de llegar a Sevilla. Según un testigo presencial de la época, el médico italiano Scipion Amati ocurrió lo siguiente: “Al poco de salir de Coria, la embajada japonesa pudo contemplar cómo se le unía mucha gente que durante seis millas les acompañó hasta Sevilla, aumentando en gran número hasta acercarse a Triana, hasta el punto de que le impedían el paso. Tras cruzar el puente de barcas les esperaban los más altos dignatarios y nobles de la ciudad, quienes escoltaron hasta el Alcázar al extraño séquito vestido a la usanza japonesa y con rosario al cuello, entre los aplausos y vítores de la gente que se agolpaba en las calles”.

Tras resolver sus asuntos y ser recibidos por el Rey y el Papa, la embajada japonesa partió de Sevilla en 1620, pero algunos de los componentes de la expedición decidieron quedarse en estas tierras, así que Coria del Río fue uno de los lugares de acogida de estos nuevos vecinos. Las primeras noticias en torno al sello que esta comunidad dejó en este municipio aparecieron a mediados del Siglo XVII en el registro bautismal de la Parroquia de Santa María de la Estrella, donde se encontró la partida bautismal de un niño que llevaba el apellido Japón, hijo de uno de los japoneses de la expedición de Hasekura. En la actualidad son más de 600 los corianos y corianas que poseen este apellido»

Anonio, por si alguna vez me lees. UN FUERTE ABRAZO!


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