lunes, 3 de mayo de 2010

El último viaje de un amigo.



No sé si es el día lluvioso, con un cielo gris plomo, feo, feo sin poder decir basta. No sé. Es de esos días de primavera hermanados con esos horribles de Otoño que hacen que se respire de todo menos optimismo y alegría.

El recuerdo que voy a escribir, nunca será el más adecuado y seguro que me arrepentiré después de hacerlo. Para también forma de mis cosas y con el debido respeto lo voy a contar.

A todos nos ocurre, nos ocurrirá. A todos nos llegará. Así está montado este teatro farsa que es la vida.

Todos lo sufrimos cuando se produce a nuestro alredor y a todos nos tocará vivirlo y sin saberlo ni quererlo seremos los protagonistas. Ninguno se librará de de hacer un último viaje a lo desconocido.

Pero, dicho esto con demasiado tinte transcendental, hay situaciones, al margen de la magnitud que supone un adiós definitivo, que se viven de una manera diferente en esos trágicos momentos.

En mi época sevillana tuve que asistir al entierro de dos personas amigas que me eran muy allegadas.

En Sevilla, hay un tanatorio nuevo muy próximo al Cementerio de San Fernando. Por dos ocasiones, como comentaba antes tuve, quise acompañar a mis amigos en esos duros momentos. El edifico es nuevo y está dotado de todas las “comodidades” que se requiere en estos tiempos para tan desagradable e inevitable cometido.

En la segunda ocasión y habida cuenta que la incineración se iba a producir en domingo, en Coria del Río, pude estar más tiempo junto a mis amigos. La llegada del coche fúnebre que iba a realizar el traslado se retrasó más de lo previsto y eso hizo que alguien con buen criterio nos dijera que podíamos ir a la cafetería del propio tanatorio a tomar un café mientras esperábamos.

Digo lo de buen criterio porque soy un empedernido tomador de cafés y de momento aguanto bien tomarme varios al día, aunque ahora he cambiado a los “descafeinados” por si sus efectos son menos perjudiciales.

La cafetería era nueva como todo en el edificio y estaba muy bien montada. Aire acondicionado a la temperatura más adecuada…Había varias personas atendiendo la barra perfectamente uniformados. En las vitrinas de la barra había tapas y pinchos junto con bocadillos que sin duda servirían para reponer fuerzas a los que tenían que pasar muchas horas allí acompañando a los que ya no necesitan nada.

Todo perfecto, todo muy limpio. Pero…inevitablemente te vienen a la mente los cientos de cadáveres que están allí mismo a unos pocos metros. Se te sube por dentro un no sé qué, que hace que tengas pensamientos de los más macabros. Sin darte cuenta te imaginas al fallecido de la 507, entrando por la puerta a tomarse una coca cola o la señora de la 301 que pide una café con leche. Se me cruzaron los cables de mala manera y no pude continuar allí. Hice que daba un sorbo sobre el borde la taza, la aparté un poco de la vista de mis amigos y buscándome una excusa, que nadie creyó, dije que me había olvidado un no sé qué en el coche que iba a buscarlo y que me quedaba en la calle esperándoles. Curiosamente un amigo más del grupo se unió para acompañarme y salir de aquella cafetería. No nos dijimos nada entre nosotros, no hizo falta, porque los dos supimos al instante el motivo de nuestras mutuas deserciones.

¿Qué me pasó aquel día? No lo sé, pero no fue normal ni mi infantil reacción ni las fantasías o fantasmas que me visitaron aquella mañana. Nunca me había ocurrido, aunque también es cierto que jamás había estado en la cafetería de ningún tanatorio. No volveré.

Como supongo habéis entendido y comprobado, todo lo que aquí he escrito, lo he hecho desde el más absoluto respeto para los que nos dejaron.



4 comentarios:

D.F. dijo...

Hay fuerzas que empujan, energías que no vemos, pero están; como esta la gravedad y no la vemos o como esta la luz y no la cogemos.
La vida y la muerte son grandes misterios, algunos se agarran a la fe otros a la razón y yo en mi caso a la energía...

Álvaro Tilo dijo...

Nunca me he parado a pensar en estas cosas y como bien dices estamos antes dos grandes enigmas.

No tengo creencias religiosas y dificilmente puedo creer en otra vida después de esta. ¿Me llegaré a aferrar a la razón, a la energía, a otras fuerzas? Seguro que lo haré.

Gracias por tu visita y un cordial saludo.

Leona catalana dijo...

Querido amigo, me ha sorprendido lo que sentiste en la cafetería del tanatorio.

Yo tampoco soy creyente, pero que hay otra vida porque he podido comprobarlo con difuntos de mi familia. Y no son fantasías mías, porque mi ex, un tipo frío y nada dado a tonterías, los vió también y se quedó cagado.

Si te sirve de consuelo, te diré que en el tanatorio no estaban "ellos". Se quedan un tiempo en su casa, en el último lugar donde han vivido. Hasta que se dan cuenta de que nadie les hace puto caso y entonces se van.

A veces vuelven, para decir algo -mi caso, que fue importante-, pero no es normal porque ya se han dado cuenta de que los vivos no los ven.

No hay peligro alguno, ni pueden ni quieren hacer daño y no hay que tenerles miedo.

Un abrazo, Álvaro.

Álvaro Tilo dijo...

Hola Leona: Esas experiencias que has vivido sí son fuertes.

Lo mío fue otra cosa. Fueron unos momentos en los que no me sentía a gusto en aquel lugar y que desaprecieron al instante de abandonar aquella sala.

Gracias por tu visita.

Un abrazo.