lunes, 17 de mayo de 2010

San Juan del Monte

Apenas faltan un par de días para que comiencen las fiestas. El lunes será el día grande, el día de la romería. ¿A quién pueden interesar estos festejos que no son los propios? Supongo que a nadie; sería lo normal. Ni siquiera yo que hoy escribo algo sobre estas fiestas, participo activamente. Me gusta verlas pero sin el entusiasmo de los años más jóvenes. Pero os hago un breve apunte.


Son unas fiestas alegres, muy abiertas, muy participativas donde la condición social, edad u otros muros que a veces torpemente nos ponemos no importan nada. Por la magia de la fiesta durante unos días desaparecen.


La historia se remonta a la Edad Media y “nuestro santo” que es santo, porque así lo decidieron aquí, sin contar para nada ni con Roma ni con el Papa; se celebra todos los lunes de Pentecostés.


El fin de semana es muy marchoso y se vive la fiesta con mucha intensidad en la calle y el lunes ya es cuando se va la ermita del santo que no lo es y que está en pleno monte. Después de una misa se regresa a una especie de laguna seca "La Laguna" se llama el paraje" donde la algarabía, la convivencia y la fiesta no decaen no un instante.


La distancia de la ciudad a la ermita es de unos 5 ó 6 kms. Se va en autobús pero el regreso siempre se hace andando y al entrar de regreso en la ciudad se organiza, como año tras año dice la publicidad: “El imponente y espectacular desfile”. Los pronósticos del tiempo son buenos y eso hará que la participación sea muy numerosa. Siempre lo es.


¿Quién no dice que su madre es la mejor del mundo? ¿Quién no dice que las fiestas de su pueblo también lo son? Todos tienen razón al tiempo que ninguno la tiene. Está bien eso de sentir la patria chica como algo importante. Al fin de cuentas, es de los primeros recuerdos imborrables que todos tenemos.


Esta fiesta debería estar hermanada con la “Batalla del Vino” de Haro (La Rioja para los que sean de lejos) que la celebran en los cercanos riscos de San Felices y que según dice la tradición, nada fiable ni creíble, tanto nuestro santo particular Juan junto con el citado Felices y Formerio, que vivió en el Condado de Treviño, eran hermanos y los tres anacoretas. Cada uno vivía en un monte y una vez al año se hacían señales de humo para que supieran los demás que seguían vivos.


Y digo lo de estar “hermanada” con la “Batalla del Vino” sino fuera porque precisamente los riojanos celebran “obligatoriamente” esta fiesta en ese lugar ya que fue impuesta esa condición cuando tras una larga disputa se adueñaron de esos territorios de San Felices. Parece ser que está “supuestamente” escrito que si un año no la celebraran volverían a pertenecer esos territorios a los burgaleses que a punto están de celebrar las fiesta de su hermano San Juan. Hubo dos excepciones perdonables en las que no la celebraron. Una, debió ser en la Guerra de la Independencia y otra en los años treinta del siglo pasado.


¿Cuántos litros de vino se tiran los unos a los otros en la Batalla del Vino? Incalculables pero así es la fiesta, es la artillería incruenta a base de vino. Y si algo bueno tiene La Rioja, aparte de otras muchísimas cosas, es el vino.


Mi admirado y nunca bien ponderado, D. Vicente Orden Viagara, "el Perejiles Mayor del Reino de Castilla" allí estará. No se la pierde ni un año y debo reconocer que con la ayuda de la Diputación se ha mejorado mucho en entorno del monte donde se celebra la fiesta. Es de justicia reconocerlo.



Balconada del Ayuntamiento. Pregón de las fiestas.

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