Es bueno recordar, nos ayuda y al final, nuestras vidas ¿qué son sino recuerdos?. Los hay buenos, malos y regulares, pero siempre suelen predominar los buenos sobre los otros., porque así lo queremos y en especial aquellos que cuando les recordamos, son capaces de hacernos dibujar sin querer, una mueca de simpatía y agrado en nuestra cara.
A lo largo y ancho de mi vida, he estado trabajando en muchos lugares y e todos ellos guardo cariñosos recuerdos, pero en especial de Sevilla, la ciudad que más me ha marcado.
Siempre recordaré la cara de satisfacción de una muchacha sevillana cuando le pregunté por la carretera de Marinaleda (Sevilla) y después de contestarme me dijo con precioso gesto de enamorada que su novio era de esa población. También me impacto la de aquel muchacho joven que ayudaba a su padre en las noches cálidas de Sevilla tocando la batería.
Tengo muchos recuerdos, unos agradables y otros impactantes. En uno de mis últimos trabajos, tenía como misión visitar centros de trabajo de personas discapacitadas. Mi empresa estaba muy vinculada a esos colectivos y varias veces al mes lo hacía.
En la mayoría de las ocasiones mi visita se limitaba a ir en las oficinas de esos centros. Allí me entrevistaba con el responsable y poco más. Rara vez me invitaban a visitar los talleres. Pero un día ocurrió lo contrario. Acudí a una de mis entrevistas de trabajo; estuve hablando con el gerente del centro y quiso que viera el área de trabajo de las trabajadoras (era un centro para mujeres con discapacidad) Gustosamente accedí. Entré en una nave de unos 800 m2. A la entrada y visible a todas las trabajadoras, había una gran pizarra, donde se podía leer: “ESTA SEMANA PANTALONES VERANO POLICÍA”. En la nave, bien acondicionada, grandes ventanas y aire acondicionado, una enorme cantidad de máquinas de coser, unas cien calculé, y sentadas junta a ellas trabajadoras de diferentes edades, las había jovencitas y ya maduras pero con algo en común, todas eran SORDAS. Me impactó el silencio, me impactó el ruido de los motores de las máquinas. Ni una sola voz, todo eran gestos con las manos entre las que se tenían algo que decir. Pero el silencio… ese silencio mientras las veía coser y coser, nunca lo he podido olvidar. Más de 100 personas adultas y sólo silencio.
Impresionante. Os prometo que deja huella. Aquella época de mi vida, me hizo aprender muchas cosas y valorar otras que en mi mundo alegre o triste pero siempre bullanguero y gritón, creía no existían.
6 comentarios:
Estoy de acuerdo contigo. Hay recuerdos que dejan huella y jamás desaparecen.
Así, es Manolo; afortunadamente así es.
Un cordial saludo.
¿Te has dado cuenta de la contradición?: Te impactó el silencio y el ruido de cien máquinas de coser. Pero hay ruidos (sordos, monótonos...) que no parecen ruido. En cambio la ausencia de voz humana siempre nos hace sentirnos un enorme silencio. Un saludo.
Pue sí, tienes razón, Koky, que hay una contradicción deliberada en mi plantamiento. Hacían ruido las máquinas en el enorme silencio, como bien dices, de las personas.
Lo que sí puedo asegurar que me impactó cuanto allí presencié y me maravillé de la extraordinaria comunición de las personas sordas. Todo un ejemplo.
Un cordial saludo
Hola Álvaro :D
No te voy a decir el consabido "vengo a devolverte la visita" porque, lo primero, no es así, o exactamente así, y lo segundo, me suena a "voy a cumplir", que ya sólo el hecho me echa patrás...
Vengo porque te conozco tb de verte por sitios comunes y aunque te leo siempre cuando comentas por allí y siempre pienso: "este chico mola, hay que leerle más", pero luego me pasa lo que me pasa siempre, que voy con prisas y apenas tengo tiempo. Pero con ese poema tan bonito y tan oportuno que dejaste en mi casa, me dije "de esta no pasa", y aquí estoy :D
Me encantaría tener esa capacidad que muestras de adaptarte a los cambios - al menos laborales - porque yo soy todo lo contrario. He trabajado solamente en 2 empresas y en la que estoy llevo 26 años... Estoy acostumbrada a lo mismo siempre y la posibilidad de tener que salir de mi rutina para adaptarme a algo nuevo me asusta bastante. Ahora mismo, según está la cosa de jodida y que casi todos tenemos más tangible la posibilidad de vernos en la calle y tenernos que buscar la vida, me asusta la idea de tener que empezar en algún sitio nuevo. Y te veo a ti, tan vivido, tan versátil, que me da envidia, la verdad.
Viajar y conocer gente de todo tipo y condición, enriquece. Nos hace ser más tolerantes, más comprensivos, más humanos incluso, y eso siempre es positivo.
Te felicito por esa suerte y esa capacidad. De verdad.
Un saludo, desde la admiración.
Gracias, Novicia por tu visita.
Siempre hay un primer momento para todo y me alegro que se haya producido. No importa el motivo, lo importante es que hemos dado el primer paso al que seguirán más intercambios con nuestras opiniones y pareceres.
No soy ejemplo de nada, te lo aseguro Novicia; te lo aseguro de verdad. Tan sólo aspiro a ser una persona normal que ya es mucho.
El haber vivido en varios sitios, tampocos tantos, puede que me haya dado una amplitud que antes no tenía. Siempre se aprende de todo y de todos.
Ahora ya estoy en el umbral del «reposo del guerrero».
Un cordial saludo.
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