Estos días, cuando todavía se resiste el verano a darnos el adiós definitivo y aprovechando los días festivos, nos hemos reunido en el viejo molino para recordar nuestras cosas; las vividas ayer y las que soñamos vivir mañana.
Contemplábamos los muros que un día sirvieron en este viejo molino para que la caída de agua soportara bien su impulso al tiempo que moviera unas enormes piedras planas que convertían el grano en harina. Inevitablemente nos invadieron muchos recuerdos al contemplar el recio granito, no por ello más importante que esas otras diminutas piedrecillas del camino que pisamos todos los días. Todas ellas fueron necesarias. Unas sirvieron orgullosas en una cúpula o bóveda de cualquier catedral o ermita perdida, vaya a usted a saber donde y las otras soportaron su peso en el recorrido que tuvieron que hacer.
Quisimos, con vuestro permiso, recordar el homenaje a esos seres supuestamente inanimados que nos dieron todo y que tan poco les devolvimos. Por ello, aunque torpemente y sin poder saber cantar toda su gloria de siglos y la grandeza de la que forman parte milenaria, os queremos hablar de nuestras “piedras”, de las que supieron con paciencia franciscana escuchar, hablar y formar parte de nuestra torpeza como testigos de estos aprendices de escribidores que somos este grupo de amigas y amigos en el Viejo Molino.
SI LAS PIEDRAS HABLARAN… Ellas que no tienen edad, ni prisa, ni saben del tiempo; estuvieron a nuestro lado dándonos el cobijo y el soporte necesario. ¡Gracias! piedras pequeñas, cantos rodados de río. ¡Gracias!, majestuosa piedra de palacio de poderosos ¡Gracias! hermosa y delicada piedra tallada, formando con vuestro mudo cuerpo el más bello capitel de una ermita perdida allá en cualquier otero. ¡Gracias! por soportar el peso del agua que por tu cuerpo recorría incesante. ¡Gracias! ¡Gracias! miles de ¡Gracias! a todas las piedras que en su caminar uno pisó en su vida ¡Gracias! por seguir estando ahí…
De nuevo y ya concluir pero contando siempre con vuestro permiso, quisiéramos compartir con todos vosotros un delicado poema que nuestro admirado poeta zamorano, León Felipe, dedicó a nuestras amigas y compañeras LAS PIEDRAS, que hoy, sí quisieron hablar.
COMO TÚ
Así es mi vida,
piedra,
como tú. Como tú,
piedra pequeña;
como tú,
piedra ligera;
como tú,
canto que ruedas
por las calzadas
y por las veredas;
como tú,
guijarro humilde de las carreteras;
como tú,
que en días de tormenta
te hundes
en el cieno de la tierra
y luego
centelleas
bajo los cascos
y bajo las ruedas;
como tú, que no has servido
para ser ni piedra
de una lonja,
ni piedra de una audiencia,
ni piedra de un palacio,
ni piedra de una iglesia;
como tú,
piedra aventurera;
como tú,
que tal vez estás hecha
sólo para una honda,
piedra pequeña
y
ligera...
En You Tube hay una espléndida versión de esta composición, creada e interpretada por Paco Ibáñez. Os le recomiendo.
5 comentarios:
Las piedras tienen espíritu ¿o no?...
Como lo tiene una flor o un árbol.
Las piedras son los testigos más cómplices que tenemos todos los humanos desde siempre. ¿Te imaginas qué no habrán escuchado las piedras del Alhambra de Granada?
Un cordial saludo.
Tengo una amiga que no sólo mantiene que tengan espíritu, si no que defiende que tienen vida y sobre todo vivencias. Como los hombres las hay duras y nobles y las hay fragiles y moldeables. Frias y calidas... Se les puede adjetivar con casi todas las cualidades humanas. Preciosa la poesia y muy, muy bonita la entrada.
Estoy totalmente de acuerdo con tu amiga; además emplea unos términos muy hermosos para decirlo. No hay nada, absolutamente nada en el mundo que no tenga alma (dejemos divinidades al margen) y por tenerla, nos ofrecen siempre sus sentimientos.
Es difícil, a quien le guste, que no llegue dentro de uno mismo, la poesía de León Felipe.
Koky, un cordial saludo.
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