sábado, 16 de octubre de 2010

El huracán que se perdió en el camino.

Ayer, como un nuevo viernes de otoño, nos reunimos en nuestro viejo molino el grupo de amigos y como ocurre siempre, después de un buen vino arreglamos y para siempre, el mundo. Nosotros lo dejamos perfecto, pero al instante siguiente ya se encargaron de volver a fastidiarlo. Siempre ocurre lo mismo.

Recordamos muchas de las anécdotas que entre sus cuatro paredes nos hemos contado en especial entre los que ya peinamos demasiadas canas o no tenemos casi ninguna. Ayer recordamos una en especial que en algún momento y creo que fugazmente hicimos referencia. Esta vez tocó hablar de Franco y de una actuación suya que dejó a las claras su sibilismo retorcido. Era muy jodido el gallego.

Nuestro amigo, así lo recordaba

Tuvo que ser, nos decía, al final de los años 60 del siglo pasado. En pleno régimen franquista en España.

No recordaba ni el día ni el mes y aunque había buscado esos datos los desconocía, pero tampoco tiene mayor importancia. La víspera de un día concreto de aquellas olvidadas fechas, la prensa, las emisoras de radio y la única televisión (TVE) anunciaban a bombo y platillo que al día siguiente llegaba a España, afectando principalmente desde la zona Centro al Cantábrico, unos fuertes vientos huracanados, que obligaban a tomar medias extremas.

Se aconsejaba, como era lógico, nos seguía relatando, permanecer en lo posible en casa, no abrir ventanas, retirar las macetas que pudiera caerse a la calle, quitar las persianas que no fueran empotradas, etc. etc. toda una serie de las recomendaciones más elementales y adecuadas o al menos eso parecía. De manera muy especial, advertían del peligro de viajar por carretera, era muy peligroso. No recordaba si las clases en los colegios se suspendieron, pero supone que sí debió ocurrir.

Las emisoras de radio no cesaron en todo el día de aconsejar lo que se debía hacer al día siguiente. Los famosos “partes” de radio lo mismo y los Telediarios de TVE igual. Recordaba a Martín Ferrand haciendo el informativo de la noche hablándonos de estas medidas.

Por motivos de trabajo, nuestro amigo, tenía que hacer un viaje por la zona de Navarra, lindante con Guipuzcoa. Pedió consejo a la Guardia Civil de Tráfico y rotundamente le desaconsejaron hacerlo por lo que suspendió.

Día D, amaneció, nos contaba, como cualquier otro y no parecía que el cielo tuviera aspecto con algún signo especial. Con precaución empezaron el día. De momento todo estaba en calma, el viento como cualquier otro día, una ligera brisa y se acabó. Durante la mañana insistentemente miraban a un árbol que veíamos desde el trabajo y no notaron nada especial. Se fueron al mediodía a casa y rápidamente puso la radio para escuchar “el parte” y curiosamente, nos sigue contando, no hicieron ni la más leve referencia al huracán y pensó que como ya habían hablado todo el día anterior ahora callaban para no seguir alarmando. Llegó la tarde y vuelta al trabajo; el arbolito parece que empieza a mover algo más y todos pensaron que ya estaba encima el huracán y que se habían desatado las iras de los dioses. Pasa una hora y las ramas del árbol siguen con un ligero movimiento, como cualquier día. En fin, se acaba la jornada laboral y nuestro amigo junto con sus compañeros van directos cada uno a su casa no fuera a ser que se hubiera retrasado y llegara por la noche. De vez en cuando abrían las persianas y todo seguía igual; en la radio el silencio era sepulcral. Después de la cena, se pusieron a ver TVE y llegan las noticias de última hora. Martín Ferrand empieza a contar las cosas del día sin mencionar para nada el huracán. Se acaba el telediario, a dormir y a esperar a la prensa del día siguiente.

Ni rastro, ninguna noticia en los periódicos, haciendo referencia al fallido huracán. Silencio total y absoluto en las emisoras de radio y TVE. Jamás, nos cuenta, se volvió a hablar en los medios de comunicación de este asunto. Se lo tragó la tierra. Pero lo cierto es que los vientos endemoniados nunca llegaron.

Todo olía muy raro y claro, al final y después de tiempo, se supo la verdad del huracán que nunca existió.

Carlos Hugo de Borbón, aspirante a ser Rey de España por la Comunidad Tradicionalista (Carlistas-Requetés) promesa que Franco les hizo en su día si le apoyaban en la guerra como así ocurrió, llevaba cierto tiempo en Madrid tocándole un poco más de la cuenta los “bemoles” al régimen, así que no se lo pensó dos veces Franco y dio orden de expulsión inmediata. Tenían que viajar en coche desde Madrid a la frontera francesa en Irún y para evitar cualquier “contratiempo” lo mejor era una carretera libre de vehículos en lo posible ¿Cómo podían evitarlo? Pues haciendo coincidir el paso de comitiva del expulsado y los coches policiales de escolta con la supuesta llegada de un huracán en la zonas por donde tenían que pasar. Así de sencillo. Así se las gastaba el régimen franquista.


8 comentarios:

D.F. dijo...

No hay que negar imaginación al asunto, imaginación y una cara pétrea...

Merino dijo...

El hecho de que este señor Borbón, se metiera a trabajar en una mina asturiana, para probar la vida de los obreros, le dan a mi humilde vista, un voto de simpatía, que se lo quito, por haber participado con sus "huestes" en la guerra civil, donde los que morían eran los más pobres, y además forzados a incorporarse a filas. Un saludo. Merino F.

Merino dijo...

Participar personalmente en la guerra no, por la edad, pero sí, todo aquel mundo de Carlistas, requetés., etc parece ser que fué el Borbón más afín a las izquierdas. Deseaba aclararlo.

Álvaro Tilo dijo...

Imaginación para convertirnos en pillos, golfos y demás adjetivos pícaros, nunca nos han faltado; no hay más que leer al Lazarillo; pero cuando la pillería, que dependiendo de de algunas cosas puede resultar hasta simpática en momentos concretos, si se convierte en otra cosa ya es historia demasiado lamentable. Eran años muy diferentes.

Un cordial saludo, Temujin.

Álvaro Tilo dijo...

Hola Merino.

Un Rey mirando a la izquierda...no sé qué te diga. Me temo que en el mejor de los casos, fue un camaleón que se dio cuenta que a lo mejor esa aptitud le podía acarrear beneficios y simpatías entre la población y por una poltrona, que se podía convertir en trono, se hace cualquier cosa. De todas laa maneras más preparado que los descendientes de Alfonso XIII parecían serlo.

Franco les engañó y se aprovechó de ellos. Una vez al año les dejaba desahogarse en Montejurra y por la tarde en Estella y luego tranquidad de nuevo hasta el año próximo y Carlos Hugo que sabía que jamás sería rey de España, jugaba las pocas bazas que tenía poniéndose cada día el disfraz que más le convenía.

Supongo que es un tema que daría pie a mucha discusión.

No estoy muy al tanto de este tema y he contado unas meras suposiciones que a lo peor están totalmente alejadas de la realidad.

Solo he pretendido contar una anécdota que refleja muy bien como se actuaba en tiempos de Franco.

Merino dijo...

Tienes toda la razón, Alvaro, dificil entender un rey con la izquierda, y curioso el poder del Fascio, para mandar hasta en los elementos climáticos como tornados, etc.

KOKYCID dijo...

Bueno,bueno, bueno... No se si creermelo. Madre mía cómo se las gastaba el chiquitajo. ¿Y que hacía cuando quería ir de putas y que no se enterasen los del Pardo, montaba un simulacro de incendio?. ¿No les costaría menos mandarlo metido en un camión de reparto de La Casera?. Cierta o no, muy entretenida la anécdota.

Álvaro Tilo dijo...

No la pongas en duda, Koky, la persona que pidió información a la Guardia Civil de Tráfico y renunció a su viaje en un día totalmente normal, por las advertencias de estas personas, fui yo mismo.

En cuanto a ir de putas, hubo bastantes años que las mujeres que se dedicaban a ese antiguo oficio pasaban controles médicos. Siendo muy joven las recuerdo que iban a un centro sanitario que estaba al lado de nuestro colegio y las veíamos constantemente. Ni que contar tiene, que allí estábamos todos nosotros viéndolas pasar. Me temo que a Franco, les gustaban más otros placeres más perversos.

Un cordial saludo.